– por María Cristina de Paz *
“Es cierto que los seres humanos a veces luchamos por preservar una relación, una amistad o un empleo, pero hay algo por lo que realmente siempre vale la pena luchar: tu libertad”. Ésa fue la reflexión de un gran amigo cuando le comenté que hacía un par de horas había vuelto de Cuba.
Entendí entonces que durante mi viaje había contribuido a promover los beneficios de la libertad en un país cuyos ciudadanos se encuentran en graves problemas. Comprendí que al haberme reunido con líderes de la sociedad civil durante mis vacaciones en la isla, había tenido la oportunidad de conocer a verdaderos héroes, que desde un espacio bastante reducido y con escasos recursos, manifiestan valientemente su oposición contra un régimen dictatorial, luchando por lograr que su gente disfrute de las libertades que para muchos de nosotros resultan obvias y cuya importancia muchas veces perdemos de vista en el rutinario vivir de nuestros países.
Llegué a la isla un sábado por la mañana y desde mi llegada percibí los esfuerzos que hace el régimen por mostrar a todos los recién llegados la faceta amable de Cuba. Es la idea de una isla paradisíaca, colmada de gente preparada, con muchos lugares donde divertirse y donde poder disfrutar de toda la belleza que la naturaleza ha puesto a nuestra disposición. Pero conforme pasaron los días, fui descubriendo que en realidad hay tres facetas de Cuba, muy distintas entre sí: La “Cuba según Fidel Castro”, la “Cuba para los turistas” y la “Cuba para los cubanos”.
La Cuba según el comandante, es aquella que le muestran a uno en el cuento narrado en el Museo de la Revolución, un edificio de cuatro arrogantes niveles donde encontramos la supuesta historia de la otrora perla de las Antillas (si, ese era el nombre antes de la revolución) contada con “frases históricas” del dictador, de Ernesto “Che” Guevara, y de quienes ellos bautizaron “mártires de la revolución”. En este lugar fue donde pude encontrar el mayor número de inconsistencias entre lo dicho, lo hecho y lo que uno ha sido testigo que deben soportar hoy en día los cubanos. La verdadera Cuba es una isla donde unas pocas familias viven en casas enormes y lujosas y manejan automóviles importados del año. Son los súbditos del régimen que se vieron enormemente beneficiados por los frutos de la supuesta “revolución”. Éstos tienen puestos clave en el partido reinante o son familiares directos de los principales ministros o altos mandos del ejército. Por supuesto, a esa élite pertenecen aquellos cubanos que gozan de un buen número de privilegios, tales como viajar fuera del país, donde según ellos todos los cubanos viven felices. Dudo que algún día tengan el valor de decir la verdad, porque les tocaría convertirse en “cubanos comunes” y perder todas sus prerrogativas.
La segunda, la “Cuba para los turistas”, es aquella que a uno le venden desde que llega. Al aterrizar en La Habana, nos topamos con una hermosa ciudad antigua construida hacia el siglo XV, con enormes torres que solían defenderla de los piratas. Allí encontramos en cada punto turístico un lugar donde comer, un lugar donde saborear uno de sus famosos mojitos mientras presenciamos una antigua ceremonia llamada “el cañonazo” y por supuesto, tiendas donde podemos encontrar la más variada serie de souvenirs propios de la isla, entre otras cosas, su famoso ron Havana Club y habanos de excelente calidad. Los festivales de cine, de música y de baile, son tan sólo algunas de las múltiples atracciones de las que los extranjeros pueden disfrutar. Resulta imposible dejar de mencionar sus hermosas playas de arena blanca que la convierten en un destino turístico impresionante que tan sólo en el 2011 superó los 2,5 millones de visitantes.
La enorme duda que a mí me ha quedado luego de esta visita es: ¿Cuántos de los mencionados turistas habrán conocido la “Cuba para los cubanos”?. La triste realidad de esos 11 millones de cubanos que, sumidos en una pobreza galopante, apenas sobreviven con lo mínimo. Basta con aventurarse a recorrer la capital más a fondo y escuchar los relatos que los cubanos tienen para contarle a una extranjera como yo. La pobreza, el hambre, la educación remplazada con adoctrinamiento al servicio del régimen y un deficiente acceso a los servicios de salud (dado que la mayoría de los médicos se encuentran enfocados en prestar servicios a los extranjeros) terminan de completar el desolador panorama. La verdad es que la amplia mayoría de los cubanos se las ven a cuadritos mes a mes con los escasos $20 dólares que ganan en promedio, no importando si son médicos, maestros, ingenieros o camareros. Por lo que, ante la desesperación de conseguir algo para comer, muchos cubanos se ven forzados a ganarse la vida de maneras indeseables: aprovechándose de la ingenuidad de los turistas para estafarlos o vendiendo sus propios cuerpos, tanto hombres como mujeres, adultos y niños, para tan sólo vivir al día.
La libertad es un bien intangible, del que muchas personas en este mundo ni siquiera son consientes; que se puede ir perdiendo de a poco y casi sin que nos demos cuenta. Universalmente podemos afirmar que es en un ámbito de libertad donde más y mejor se puede realizar un individuo como persona. Esa libertad de escoger donde vivir, qué comer, qué vestir, qué comprar, donde viajar, qué hacer y qué dejar de hacer, es algo de lo que la amplia mayoría de los cubanos carecen. Mientras tanto, los miembros de la élite gubernamental continúan engordando sus billeteras y beneficiándose por el sólo hecho de no cuestionar ninguno de los caprichos del comandante.
Los líderes de la sociedad civil cubana que conocí sueñan con ver el final de toda esta pesadilla. Saben que tarde o temprano llegará el día en el que puedan expresar libremente lo que piensan, sin temor a que los golpeen y encarcelen a ellos o a sus familiares, intimidándolos para que dejen de pensar. Lo único que ellos exigen es libertad, respeto a su dignidad como seres humanos y algún día poder ver a su país realmente libre de esta dictadura, de esta represión, de esta miseria y de esta violencia y poder decir al fin y con la frente en alto, que pueden disfrutar de una hermosa Cuba libre.
* María Cristina de Paz es parte del equipo de trabajo de Acción por la Paz en Guatemala.
Fuente: HACER